Los
cambios en los estilos de vida, y especialmente en los hábitos alimenticios,
que han ocurrido en las últimas tres décadas, tiene hasta cierto modo
desconcertado a nuestro propio organismo.
La
transición de la caza y la recolección a la agricultura, así como el uso del
fuego para cocinar alimentos y el establecimiento de las comunidades en un
lugar fijo, cambió la composición de la dieta en varias formas. Por ejemplo, la
domesticación de los animales alteró la composición nutricional de la carne del
ganado en comparación con la de los animales salvajes, en donde el contenido de
colesterol y grasas saturadas era mucho menor; la agricultura redujo
dramáticamente la diversidad de plantas comestibles, restringiendo la dieta
aquellas que era posible cultivar (1).
La
Revolución Industrial, introdujo en la dieta una serie de alimentos, hasta
entonces desconocidos por la raza humana, azúcares refinados, cereales
procesados, grasas trans resultantes del proceso industrial de convertir
aceites sólidos en líquidos, con la consecuente disminución de muchos
micronutrientes y la casi desaparición de varios antioxidantes de la dieta (1).
En
la era informática se aumentó un problema adicional, el sedentarismo, la
irregularidad de hábitos dietéticos, y las agresivas campañas de publicidad de
comida chatarra, han conducido a una epidemia global de obesidad, con el
aumento de toda una serie de patologías, que hoy en el argot médico se conocen
como enfermedades crónicas no transmisibles.
En
el mismo sentido, hoy en día las dietas son principalmente ácidas (bebidas gaseosas,
bebidas energizantes, harinas, bebidas azucaradas, dulces, productos procesados
de granjas industrializadas, o productos vegetales con altas cargas de
fertilizantes). Las bacterias dañinas aman estas dietas ácidas lo que predispone
a infecciones. Además, el organismo trabaja duro para mantener el balance de Ph
acido-básico adecuado, de tal forma, que si la comida es ácida, el cuerpo saca
la reserva interna alcalina para contrarrestar el ácido, es decir, extrae
magnesio, calcio y aluminio (minerales básicos) de los huesos y músculos; esto
estaría bien de vez en cuando, pero si se convierte en algo constante,
predispone a osteoporosis y otras enfermedades.
En
términos generales, la dieta actual, difiere de la dieta ancestral en los
siguientes aspectos:
1.
Mayor
carga glucémica (azúcar y harinas).
2.
Menor
contenido en fibra.
3.
Ácidos
grasos trans, que antes no existían.
4.
Mayor
contenido de ácidos grasos saturados
5.
Menor
ingesta de micronutrientes.
6.
Disminución
de ingesta de antioxidantes (Carotenoides, Alilsulfuros, Polifenoles,
Terpenoides).
7.
Dieta
con PH ácido.
8.
Niveles
dramáticamente reducidos de actividad física.
La
información genética acumulada durante milenios por el humano, no se adapta tan
fácilmente a estos cambios dietéticos y de estilos de vida, y los genes “ahorradores”
que fueron positivamente seleccionados para soportar largos periodos de escasez
y hambruna, hoy resultan contradictoriamente perjudiciales, ante el exceso de
disponibilidad de comida. Estos genes siguen buscando guardar energía en forma
de grasa (adipositos), para los tiempos de hambruna, yo hoy por hoy, no es tan
frecuente que exista una hambruna (2).
Como
conclusión podemos decir que por milenios nuestro organismo ha estado diseñado para
superar hambrunas, que los cambios de estilo de vida y alimentación tan
abruptos de las últimas tres décadas, no han permitido que nuestros genes
encuentren la manera de adaptarse tan rápidamente. Nuestro organismo sigue
siendo un “ahorrador” y actúa como tal, almacenando energía en forma de grasa.
Este problema ha generado una gran cantidad de enfermedades crónicas no
transmisibles, (hipertensión, diabetes, síndrome de colon irritable,
enfermedades inmunológicas, etc).
La
única manera de evitar enfermar a nuestro propio organismo, es suministrarle los
alimentos que realmente necesita, en cantidades y calidades adecuadas y
ejercitando nuestro cuerpo.
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(1) Lucock MD, Martin CE, Yates ZR, Veysey M. Diet
an oru genetic legancy in the recent atrhropocenter: A DArwinina perspective to
nutricional healt. Journal of Evidence-Based Complementary & Alternative
Medicine
(2) Walley AJ, Blakemore AIF, Froguel Pl. Genetics
of obesity an the prediction of risk for healt. Human Molecular Genetics, 2006;
15.
ANDRÉS
NARANJO CUÉLLAR
Médico
y Cirujano (USCO – Colombia)
Máster
en Marketing Farmacéutico (UNED – España)
MBA
(AISM – USA)