Esta, es una de tres entregas dedicadas a la
obesidad, en esta oportunidad trataré de explicar el origen hormonal de la
obesidad, y de como esos cambios repercuten en el estado mental de la persona
que padece esta condición. En una segunda entrega se explicará el enfoque
nutricional y finalmente los recursos farmacológicos y quirúrgicos que existen
para el tratamiento.
Cuando hablamos de obesidad tenemos que hacer
referencia a la Insulina. La insulina es una hormona que se produce en el
páncreas y que cumple la función de “abrir la puerta” para que la glucosa, (que
es el alimento) entre en las células de todo el cuerpo. De esta manera, si
existe resistencia a la insulina (RI), la puerta es más pesada y se necesita
más insulina para que la glucosa entre a las células. Los altos niveles de
insulina (hiperinsulinismo) logran compensar la RI, de tal manera que los
exámenes de glicemia pueden resultar normales, pero, mientras tanto, ese
aumento de insulina en el cuerpo provoca aumento del peso.
La RI es una condición hereditaria, pero
también se adquiere por los malos hábitos alimenticios. Los primeros síntomas
de la RI son caída del cabello, cansancio, fatiga, debilidad, posteriormente un
aumento de peso. La RI puede desencadenar en diabetes mellitus (DM), que se
caracteriza por aumento del azúcar en sangre (Glicemia alta), con el daño
subsecuente a todos los órganos. Si a lo anterior se agrega hiperlipidemia
(Colesterol y Triglicéridos altos) e hipertensión arterial, tenemos un coctel
explosivo, que en medicina se conoce con el nombre de síndrome metabólico.
El diagnóstico de RI se puede realizar
clínicamente al encontrar los síntomas anteriormente mencionados, más acantosis
nigricans, que es una marca oscura en el cuello y en los pliegues cutáneos y el
aumento de la grasa abdominal que se caracteriza por una circunferencia
abdominal mayor de 88 cm en mujeres y 102 cm en los hombres. Se confirma con un
examen que se llama curva de tolerancia a la glucosa (CTG).
El problema de la RI, es que también cambia el
funcionamiento hormonal del organismo: el estómago disminuye su capacidad de
saciedad (sentirse lleno), las hormonas que inhiben la sensación de hambre en
el cerebro se fabrican en menos cantidad (cerebro del gordo), y hasta el tejido
adiposo (la grasa) cambia, pues eleva los niveles de adipoquinas, que
incrementa la presión arterial y dañan los vasos sanguíneos, tal como lo
encontraron investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (1).
Las personas con cerebro del gordo no sienten
apetito al levantarse, desayunan poco, pero luego se desata una ansiedad
incontrolable por comer. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos la
fuerza de voluntad no es suficiente para controlar éste ciclo vicioso.
Un buen inicio para cortar este malévolo ciclo es desayunar todos los días, en la primera hora después de
despertarse, desayunar dos horas después no sirve para cortar el ciclo, sencillamente
porque el eje hormonal ya ha desencadenado el efecto dañino.
Como adelanto, recomiendo ampliamente la proteína
whey (Ni una D más) en el desayuno, sin embargo, en la próxima entrega
profundizaré sobre el manejo dietético en la obesidad.
En resumen, la obesidad no es culpa de quien la
padece, se trata de una enfermedad que tiene su origen en un desarreglo hormonal
heredado o adquirido (IR) y que repercute en el estado mental de quien lo
padece, cortar el ciclo vicioso del cerebro del gordo, no es fácil, pero si se
puede hacer. La primera cosa es tomar en serio el desayuno.
__________________
(1)
http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S0212-16112009000400004&script=sci_arttext&tlng=pt
(2)
Jakubowicz Salomon Ni una Dieta mas, 2 Ed Noviembre 2015, Rocco Gráficas
ANDRÉS
NARANJO CUÉLLAR
Médico
y Cirujano (USCO – Colombia)
Máster
en Marketing Farmacéutico (UNED – España)
MBA
(AISM – USA)
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