La
microbiota intestinal, o flora intestinal, es un mundo microscópico viviente,
es tal su importancia, que actualmente es considerado por algunos científicos
como un órgano más del cuerpo humano.
Se
compone de aproximadamente 100 billones de células, representa 2 kg de peso de
un hombre adulto y corresponde al 90% de las células que habitan el intestino humano,
(el restante 10% son las células intestinales nuestras).
Estos
microorganismos, no solamente no son dañinos, sino que son necesarios para la
buena salud del individuo.
Cumplen
dos funciones específicas:
1.
Función metabólica: Ayudar a regular el suministro de energía y nutrimientos de
nuestro organismo, ya que varias vitaminas no son producidas por nuestro cuerpo,
ni tampoco son incorporadas directamente en forma de nutrientes, sino que son
fabricadas por la microbiota intestinal. Un ejemplo de esto es la vitamina K,
los recién nacidos al nacer con un intestino libre de bacterias, no son capaces
de producir esta vitamina y hay que inyectarla al nacer.
2.
Función Inmunológica: Las bacterias metabolizan las fibras en acetato, butirato
y propionato, que son precursores para la generación de energía, con el
consecuente funcionamiento adecuado del sistema inmune y buena oxigenación
cerebral.
La
comunidad de microbios intestinales es única para cada individuo, pero es
extremadamente sensible a las condiciones ambientales y a los hábitos
alimenticios de cada persona, así pues, en el momento del parto, la vagina está
dominada por lactobacilos que colonizan el intestino del recién nacido, en
contraste los bebés nacidos por cesárea, suelen mostrar comunidades microbianas
asociadas a la piel.
Dicho
esto, hay estudios que demuestran la profunda relación que existe entre la
microbiota intestinal, la buena salud mental, el buen funcionamiento
inmunológico, a partir del nacimiento y hasta la adultez.
En
este orden de ideas, la mala alimentación cambia la microbiota intestinal en
forma negativa en vez de ser una fuente de defensas y de nutrientes, se
convierten en una fuente de toxicidad y formadores de anticuerpos contra el
mismo organismo.
Por
ende, la mala alimentación deteriora la microbiota intestinal y expone a las
personas a enfermedades metabólicas, como la obesidad, hipertensión,
dislipidemias, diabetes mellitus; enfermedades inmunológicas, como el lupus,
artritis reumatoide; y enfermedades mentales como el autismo, trastorno de déficit
de atención y la depresión.
La
lactancia materna es un factor fundamental para proveer al recién nacido de la
microbiota adecuada.
El
uso indiscriminado de antibióticos y medicamentos llamados Inhibidores de la
bomba de protones IBP (omeprazol, esomeprazol, lansoprazol etc) tienden a
eliminar las bacterias beneficiosas y crean oportunidades para que los
patógenos proliferen. Los alimentos procesados y con alto contenido de azúcar también
alteran la microbiota intestinal.
Por
el contrario, hay alimentos que generan una microbiota sana: alimentos
fermentados como el yogurt, el tofu, los frutos secos, las verduras, las frutas
frescas, cacao oscuro, licores sin alcohol y complementos de fibra, y probióticos
con más de 7 billones de UFC (Unidades formadoras de Colonias). Alimentos que
puedes conseguir en Alimentarte, Calle 18 # 11A-39 Balmoral, Fusagasugá
Para
mayor información consultar: http://alimentartesas.blogspot.com.co
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(1)
http://www.gutmicrobiotaforhealth.com/es/la-microbiota-intestinal-el-organo-desconocido-que-nos-mantiene-sanos/
(2)
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed?term=%22Nutrition+in+clinical+practice+%3A+official+publication+of+the+American+Society+for+Parenteral+and+Enteral+Nutrition%22%5BJour%5D+AND+2012%5Bpdat%5D+AND+Krajmalnik+Brown%5Bauthor%5D&cmd=detailssearch
ANDRÉS
NARANJO CUÉLLAR
Médico
y Cirujano (USCO – Colombia)
Máster
en Marketing Farmacéutico (UNED – España)
MBA
(AISM – USA)